LA RODA DE ANDALUCÍA

Blog Cofrade

jueves, 8 de mayo de 2008

VIVENCIAS DE UN HERMANO COSTALERO



Cuando un hermano se pone a escribir algo acerca de nuestra Hermandad, se le puede plantear la duda sobre qué puede escribir. Pero cuando el que escribe, además de ser hermano, es costalero, quizás sea de éstos y sus propias vivencias de lo que mejor puede escribir.
Cuando en mis primeros años de nazareno, nos disputabamos pícaramente el lugar más próximo a nuestra Virgen de Los Dolores, poco me podía imaginar que no mucho tiempo después iba a poder estar tan cerca de Ella, debajo de Ella.
Queda lejano aquel verano del 84 cundo un grupo de amigos, bastante jóvenes, empezábamos los ensayos con aquel pequeño paso del Santo Entierro, con el que tanto sufrimos y en el que tanto aprendimos. Calor en verano, frías noches de invierno, pero habíamos asumido un compromiso con nosotros mismos y teníamos que cumplirlo, para conseguir la recompensa que tanto habíamos esperado: la primera salida, el primer Sábado Santo.
Y cada año es como el primero. Cuánta emoción, cuantos nervios. ¡Venga la morcilla, vamos a hacer el costal, aprieta bien la faja!. La salida, ya estamos fuera, la calle Horno, la Cruz de los Caídos, el Convento, "que esto se acaba"; la calle Iglesia, "volverse que vamos a entrar" "todo el mundo fuera". Cuando me he querido dar cuenta ya no tengo el costal en mi cabeza, ni la faja en mi cintura, ni en mis pies las zapatillas, y de nuevo habrá que esperar un año para que volvamos a encontrarnos en torno a la parihuela en los primeros días de ensayos.
Que nadie se quede con el gusanillo del ¿qué se sentirá?, ¿podré yo ser costalero?. Ven y prueba. Seguro que puedes sacar un poco de tiempo para el ensayo, y una vez que hayas probado vas a volver el próximo año. Y el siguiente, ya que no puede haber más orgullo que sentirse costalero por amor a la Virgen de Los Dolores.
Dejo para el final un ruego. Que nadie nos vea como mártires ni como superhombres, sino como hermanos que cambiamos la túnica, los cordones y el antifaz, por zapatillas, faja y costal. Y silencio y oscuridad.


Manuel A. Torralba Villalobos
UN HERMANO COSTALERO

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Una de las locuras que más sorprende al forastero, es la que emprendemos cada año con la Semana Santa; cuando alrededor de la luna que cambia el invierno en primavera, el azahar revive los aromas y el pulso aligera el rumbo del deseo.