

Volvían a su pueblo muchos rodenses que se habían visto obligados a irse hacía mucho tiempo, para encontrar el trabajo que aquí les faltaba. Y volvían al reclamo de esta Madre Dolorosa con la que soñaban todas las noches, con lágrimas en sus ojos.
Diecisiete años. Mucho tiempo ha pasado. Y muchas cosas. Mucha vida y mucha muerte. Niños recién nacidos entonces, que ya saben lo que es sentir la devoción y el amor a la Virgen. Serán momentos también para recordar a los que se nos fueron. Pero siempre desde la emoción y jamás desde la tristeza; siempre desde el recuerdo de sus ejemplos y nunca desde el dolor grandísimo de sus ausencias.