LA RODA DE ANDALUCÍA

Blog Cofrade

miércoles, 11 de mayo de 2011

CAPATACES Y COSTALEROS




En los últimos años las Cofradías en general gozan de buena salud, y esto se refleja en las cuadrillas de costaleros, pero hay que reconocer que a veces las hermandades se las ven y se las desean para reunir un número suficiente de costaleros. Quizás debido a que a veces, en tiempos, no se reconocía la labor de estos hombres y nos se cuidaban lo suficiente. Falta mayor implicación por parte de todos, y es una lastima que no haya más gente involucrada y que sienta todo esto.
El costalero tiene que venir con ganas de sentirse costalero. Tiene que creer en lo que lleva arriba, ser consciente de que va a ser los pies del Señor o María Santísima. Tiene que querer a Dios a su maña y manera. Cuando un hombre se siente costalero todo es más fácil. Ser costalero tiene que sentirse como un honor y no como una carga.

El capataz debe conseguir que bajo las trabajaderas reine un ambiente de compañerismo y que la gente de abajo paladee el paso que pone en la calle. El costalero debe respetar a sus compañeros y al capataz, así como el capataz debe respetar también a sus costaleros y transmitirle el amor a las cofradías. Muchos consideran que ser capataz es ponerse el traje y salir a la calle a ser fotografiado y aparecer en los videos. Todo lo contrario. Debe ser, sin protagonismo, el primero en sacrificarse por su Hermandad. No debemos olvidar y agradecer al costalero que viene de fuera a echar una mano. Hoy día, son varios los que se desplazan cada viernes hasta nuestro pueblo. Pero tampoco olvidemos, que no hace mucho tiempo, otros tantos costaleros también venían cada semana, y había que ir a llevarlos después de cada ensayo, incluso después de la Procesión, porque carecían de medios de transporte.

Una hermandad pone en sus manos lo más grande que tiene, sus imágenes, y para responder a esa responsabilidad hay que estar a la altura. Igualmente importante es, que en manos de un capataz están hombres que confían a él su espalda, su salud.
Los costaleros forman parte de la nómina de las cofradías. No son ni mejores ni peores que el resto de los hermanos que conforman cada cortejo procesional. Ocupar un lugar bajo las trabajaderas supone para algunos alcanzar un sueño. El mismo sueño que de niños se cumple al vestir por primera vez la túnica de la Hermandad.

La labor del capataz es dificil y en ocasiones poco gratificante, sobre todo cuando las cosas no van como debieran y no se puede hacer nada. Establecer hasta donde debe llegar el capataz y cuales son los límites del costalero es tarea ardua y complicada. Cualquier triste acontecimiento que atañe a capataces y costaleros suele tomar tintes raros en el seno de la Hermandad y de una pequeña chispa puede originarse un gran incendio. Pero también debe servir para aprender y corregir cosas.

Capataces y costaleros son dos distintas formas que confluyen en un mismo fin: pasear a Dios y su Madre por las calles, como bien se merecen, manteniendo siempre la idiosincracia y el sello propio de cada Hermandad.

Nuestra ceguera, a veces, nos hace olvidar que de los pequeños detalles alcanzamos los gandes momentos. No tiene sentido buscar un protagonismo absurdo e innecesario. Los verdaderos protagonistas de este hermoso idilio amoroso de siglos, son las Sagradas Imágenes Titulares de cada una de nuestras Hermandades. Mientras Ellos permanecen inmutables al paso del tiempo, nosotros pasamos de largo, somos como la cera que se consume lentamente a lo largo de la Estación de Penitencia.

3 comentarios:

Paradigma dijo...

Hola Antonio. Soy Antonio Fombella. Me ha gustado mucho tu comentario sobre los capataces y los costaleros. Se ve que sabes de lo que hablas y que, seguramente, habrás pasado por algún que otro trance parecido. Las personas de algunas hermanadades se creen que a los costaleros no hay que cuidarlos y que, ya el hecho de dejarlos meterse debajo de las trabajaderas es suficiente. Se equivocan, y es una de las causas por las que los costaleros se alejan de las hermanadades. Sobre todo en los pueblos. Una cosa muy importante y que es labor del capataz es el preocuparse de la salud de los costaleros. Tiene que saber muy bien como igualarlos para que sufran lo justo y nada más.Tiene que saber enseñarles la técnica. Hay que saber también como agradecerles el esfuerzo realizado. Ya que, aunque para el costalero, como bien dices, lo primero es que se tiene que sentirse costalero y sentir y saber lo que lleva arriba, no es menos cierto que el esfuerzo debe ser reconocido por las personas que están alrededorde ellos en la hermandad. Cosa que es muy humana.
Te dejo. Espero que sigas escribiendo tus inquietudes para que podamos aprender más cosas.
Un abrazo
Antonio Fombella

Paradigma dijo...

Hola Antonio. Soy Antonio Fombella. Me ha gustado mucho tu comentario sobre los capataces y los costaleros. Se ve que sabes de lo que hablas y que, seguramente, habrás pasado por algún que otro trance parecido. Las personas de algunas hermanadades se creen que a los costaleros no hay que cuidarlos y que, ya el hecho de dejarlos meterse debajo de las trabajaderas es suficiente. Se equivocan, y es una de las causas por las que los costaleros se alejan de las hermanadades. Sobre todo en los pueblos. Una cosa muy importante y que es labor del capataz es el preocuparse de la salud de los costaleros. Tiene que saber muy bien como igualarlos para que sufran lo justo y nada más.Tiene que saber enseñarles la técnica. Hay que saber también como agradecerles el esfuerzo realizado. Ya que, aunque para el costalero, como bien dices, lo primero es que se tiene que sentirse costalero y sentir y saber lo que lleva arriba, no es menos cierto que el esfuerzo debe ser reconocido por las personas que están alrededorde ellos en la hermandad. Cosa que es muy humana.
Te dejo. Espero que sigas escribiendo tus inquietudes para que podamos aprender más cosas.
Un abrazo
Antonio Fombella

Anónimo dijo...

Si señor, un hombre lo dicho,y no solo un hombre un buen amigo,un fuerte abrazo de tu Segovia, sin palabras mas dejao

Una de las locuras que más sorprende al forastero, es la que emprendemos cada año con la Semana Santa; cuando alrededor de la luna que cambia el invierno en primavera, el azahar revive los aromas y el pulso aligera el rumbo del deseo.