LA RODA DE ANDALUCÍA

Blog Cofrade

jueves, 1 de mayo de 2008

UNA SAETA EN EL SÁBADO SANTO



Cuando se vence la tarde, esta tarde que es de incienso, túnicas y capirotes, que está plagada de esencias incomparables y tonos iris y que es tarde de Sábado Santo, se quiebra de repente y se detienen sus latidos envuelta en una pausa emocional.

La procesión queda en un espacio sin tiempo. El nazareno anónimo, el esforzado costalero, el abrazo de multitud que se estrecha en torno al paso de palio, donde la Virgen enlutada, musita sus rezos de Madre Dolorosa, todo y todos convergen hacia un balcón. Va a obrarse el prodigio. Y se inicia el poema.

Música y versos se dan la mano empezando su camino sugestivo, sus líricos amores, su bella unidad. Al principio es un lamento cadencioso, una llamada preliminar, el vuelo de una golondrina sonora. Nace como manantial limpio de montaña. Brota de unos labios fervorosos en caricia susurrada que se postra a los pies de la Señora. Y luego rompe el terciopelo del inico y se torna en expresión que pone a prueba almas y gargantas.

El cante se hace corazón en la boca, mezcla indivisible de ilusiones y congojas, requiebros y suplicas, metáforas y sintaxis del pueblo. Sube a las alturas llevado por las manos virginales y transmutado en rosario de cuentas sonoras. Ocupa el atardecer teñido de oro y se adueña de toda dimensión. Rima a rima, nota a nota, asalta los castillos interiores de los rodenses y los envuelve en su manto, y los libera de lazos terrenos y los empuja hacia el misterio divino de la Pasión. Y después el aplauso entusiamado, de entrega total. Tetorna el tiempo y cien suspiros devuelven las calmas perdidas.
La Semana Santa de La Roda tiene sus momentos especialísimos, cada uno cuajado de bellezas: el tránsito de los pasos bajo el arco de la Iglesia, el lucirse por la calle Real, los piropos exultantes con los que se despiden las imágenes en los últimos metros de su caminar.... Cuando en el Sábado Santo se vence la tarde y su tibieza trae conciertos singulares, el escalofrío de una saelta es uno de tales momentos.
Florentino Andrés

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Una de las locuras que más sorprende al forastero, es la que emprendemos cada año con la Semana Santa; cuando alrededor de la luna que cambia el invierno en primavera, el azahar revive los aromas y el pulso aligera el rumbo del deseo.