Si Sevilla abriera una cátedra de estética, la primera lección de su programa sería explicar un paso de palio. Es un logro definitivo. Una fórmula conquistada. Como el capitel corintio, o el soneto. Porque el palio tiene todo: de arquitectura y de poema.
Un palio es un soneto realizado de plata y claveles. Soneto por la técnica, pero por el fondo es un madrigal de Sevilla para una mujer: para la Virgen.
Un madrigal de doce versos medido y perfectos, que son sus doce varales de plata; pulidos y trabajados por los orfebres. Doce versos que llevan la rima excacta de un color. Doce varales, doce versos de un madrigal, entre cuyas doce rejas de plata va llorando la más hermosa de las mujeres.
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