LA RODA DE ANDALUCÍA

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lunes, 28 de abril de 2008

EL PASO DE CRISTO



Bien podía definirse el paso procesional de la urna como una majestuosa peana, de espectaculares dimensiones, sobre la que desfila la Imagen de Cristo Yacente. En el paso se aúnan los delicados trabajos de ebanista, tallista, escultor y dorador para ofrecernos una obra artística de singular prestancia comparable en gran medida con los retablos que se alzan en el interior de los templos.
El día 11 de junio de 1987, reunido en Junta General, se aprueba el proyecto presentado por Don Antonio Díaz Fernández de Sevilla, firmándose el contrato de ejecución con la cláusula de que debía ser entregado para la Semana Santa del año siguiente en madera.
Según su propio diseño, el autor lo concibe como obra de estilo neobarroco de la escuela sevillana, 4 mts. por 2 mtos. de frente en medera de pino Flandes.
El actual retablo callejero tiene cuatro cartelas alusivas a la Pasión, entre cabezas aladas de querubines y golpes de flores y frutos en su canasto: Cristo muerto en brazos de su Madre, la Flagelación del Señor, la Presentación al pueblo y Jesús se encuentra con las mujeres. En las esquinas, las cuatro cabezas de los Evangelistas. La urna es portada por cuatro ángeles mancebos de 75 cm. de altura y rematando la misma un pelícano. Estas tallas son obra del escultor Ricardo Rivera.
El paso está dorado en oro de ley y todas las piezas que lo componen, así como las ocho cabezas de ángeles todas policromadas.
Presenta unas proporciones perfectamente adaptadas a las dimensiones de la pueta de la Iglesia. Calza 24 costaleros, distribuidos en seis trabajaderas. Queda iluminado por cuatro candelabros de guardabrisas, de siete luces cada uno. Los faldones son de terciopelo negro bordado el delantero con el escudo de la Hermandad en oro y cuatro broches en las esquinas. Bordado todo en el convento de Santa Isabel año 1997.

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Una de las locuras que más sorprende al forastero, es la que emprendemos cada año con la Semana Santa; cuando alrededor de la luna que cambia el invierno en primavera, el azahar revive los aromas y el pulso aligera el rumbo del deseo.